

El video, que probablemente fue grabado en el marco del BeachLife Festival en Redondo Beach, o en algún otro megaevento musical de altísima producción, es tan espectacular como inquietante. Lo que en apariencia es solo un despliegue visual de última generación —agua danzante, fuegos artificiales, luces sincronizadas y música envolvente— encierra algo más profundo, y quizás más oscuro.

Luces sincronizadas, chorros de agua danzante, imágenes galácticas proyectadas en pantallas gigantes, una banda sonora envolvente y un público extasiado. A primera vista, todo parece una celebración del progreso, una oda al ingenio humano. Sin embargo, algo en la estética y el ritmo del espectáculo nos empuja a hacernos preguntas incómodas. ¿Qué narrativa se está imponiendo? ¿Qué tipo de futuro estamos celebrando?
Lo que se celebra no es solo tecnología. Es una narrativa cuidadosamente coreografiada que, a través de imágenes de galaxias, inteligencia artificial y figuras humanas digitalizadas, nos dice algo: el futuro está aquí, pero no necesariamente con nosotros dentro.
En tiempos donde los shows no solo entretienen sino también modelan sentidos, este tipo de puesta en escena transmite un mensaje más profundo. Nos habla de un porvenir automatizado, veloz, sin pausas, sin humanos. Un futuro que nos maravilla… pero también nos borra.
En paralelo, la reciente serie El Eternauta, estrenada por Netflix, revive una narrativa muy distinta pero igual de inquietante: la de la resistencia humana frente a lo impensado. La adaptación, protagonizada por Ricardo Darín y ambientada en una Buenos Aires azotada por una nevada mortal, conecta con ese mismo pulso distópico. Una advertencia disfrazada de entretenimiento. En El Eternauta, la humanidad no se rinde: se organiza, lucha, recuerda.

Ambos relatos —el de la serie y el del show— nos interpelan. Nos dicen que el futuro no está escrito, pero sí es moldeado. Que aplaudir una tecnología que no nos incluye puede ser el primer paso hacia un mundo donde la belleza del espectáculo oculte la pérdida del sentido.
“El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots.” —Erich Fromm
Un espectáculo visual deslumbra multitudes, pero tras la tecnología y los fuegos artificiales se esconde un relato perturbador: el futuro ya no necesita personas, solo eficiencia. ¿Qué estamos aplaudiendo?