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De chacra a destino: el turismo de valores encuentra en Mujica un nuevo atractivo para Uruguay

Como sucede con Gandhi en India o Mandela en Sud Africa, la figura de Mujica transforma un sitio común en punto de interés turístico. Su chacra en Montevideo recibe y ahora seguro más visitantes de todo el mundo en busca de autenticidad y sentido.

La mejor imagen tomadas por el fotografo https://x.com/pataeizmendi

En los últimos años, la figura de José Mujica trascendió la política para convertirse en un fenómeno cultural y turístico. El creciente interés por su modo de vida —austero, rural y coherente con su discurso— ha consolidado a su chacra de Rincón del Cerro como un punto de visita ineludible para quienes viajan a Uruguay en busca de experiencias auténticas.

Este tipo de turismo responde a una tendencia mundial: la de los viajeros que priorizan el contenido humano por encima del lujo. Así como miles de personas visitan la casa de Gandhi en Sabarmati, el Museo Mandela en Soweto o los jardines del Palacio de Schönbrunn en Austria, Uruguay comienza a posicionarse con un perfil propio: un país pequeño que proyecta coherencia, humildad y profundidad.

A este fenómeno contribuyeron de forma clave los medios internacionales. El impacto global de entrevistas como la de Jordi Évole y el documental de Emir Kusturica en Netflix llevaron la imagen de Mujica a millones de pantallas. Pero lo que muchos buscaban después no era una selfie, sino un momento de contacto con la filosofía que encarnaba. Esa búsqueda se expresa en visitas discretas a su chacra, caminatas por el entorno rural o conversaciones con vecinos que recuerdan cómo recibía a todos, sin avisos ni etiquetas.

Lejos de ser un museo ni una atracción convencional, el sitio conservará su identidad original. Y eso es parte de su fuerza. El turismo que gira en torno a Mujica no es masivo ni ruidoso. Es reflexivo, pausado, personal. Muchos llegan sin guía ni folleto, solo con el deseo de ver con sus propios ojos “cómo vivía el presidente distinto”. Fue en este lugar donde pidió ser cremado y enterrado, junto a su perra Manuela. Un gesto simple, sin monumentos ni ceremonias ostentosas, que cerró una vida de coherencia.

Desde el enfoque del marketing de ciudades, Montevideo tiene aquí una oportunidad concreta: convertir ese espacio, con el debido respeto y preservación, en un punto de referencia para el turismo de valores. No hace falta monumentalidad ni intervención masiva. Basta con interpretar bien lo que representa y cómo puede sumarse a una red de circuitos culturales y educativos que aporten identidad al destino.

La historia de Mujica, sus contradicciones, su estilo y su proyección internacional ya forman parte del relato exterior del país. Convertir esa narrativa en una experiencia turística cuidada, sostenible y honesta puede ser una forma inteligente de agregar valor.

Porque en un mundo saturado de ofertas, a veces lo más potente es lo más simple.

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