Por Juan Sebastian Vázquez*
Pasando las festividades y comenzando las tan anheladas vacaciones, volvemos con una temática que creemos muy útil para estas ocasiones. Y es que cuando hablamos de brindis, ineludiblemente pensamos en burbujas. Esas burbujas, propias del vino espumoso, serán nuestro norte en esta oportunidad.
Comencemos aclarando algunas cuestiones que resultan fundamentales para comprender los conceptos que queremos transmitir. El espumoso es un vino y se elabora a través de un tipo de vinificación, que explicaremos en las próximas líneas. También nos parece importante dejar en claro que en nuestro país no se elabora Champagne, siendo esta una D.O.C. (Denominación de Origen Controlada) proveniente de una región que lleva el mismo nombre, en Francia.
La vinificación del espumoso natural, como se denomina técnicamente, puede darse de dos formas. Con el método tradicional, o mediante el Charmat. Cualquiera de los dos consiste en elaborar un vino base que, a través de la doble fermentación, va a generar CO2 que serán futuras burbujas. El método Charmat se realiza dentro de tanques presurizados, donde la segunda fermentación se da en forma rápida, dando la posibilidad de trabajar con grandes cantidades.
El método tradicional es el más común en nuestro país, tanto por lo artesanal como por la diferencia en infraestructura con el anteriormente explicado. Este último tiene como característica principal llevar la segunda fermentación a la botella. De ahí que veremos en varias bodegas de nuestro país aquellos pupitres de madera conteniendo decenas de botellas en las que se forma la espuma. Dicho proceso es más costoso en elaboración, pero sensiblemente distinto en el resultado final. El método tradicional le da al espumoso, características inigualables. En consecuencia, termina siendo el preferido entre los grandes consumidores.